Tal vez la revolución solar en Piscis, quizás la asunción del nuevo presidente del imperio o a lo mejor el calentamiento global, la familia sólo alegó razones económicas y al fin y al cabo se cerró, a la confitería llegaba cada vez menos gente y decidieron cerrar mucho antes de lo previsto para nuestra alegría y para la tranquilidad de todos. El 10 de febrero partimos de la estancia después de muchos abrazos y promesas de reencuentro con personas como Norma, Sil, Maru o Rubén…, dejamos atrás una experiencia que nos quedará grabada para siempre y agarramos la ruta nuevamente.

Había pensado titular estas palabras con el nombre de un disco de León, De Ushuaia a La Quiaca pero Ushuaia se nos negó.
Intentamos salir a dedo y nos quedamos chupando frió todo un día en la frontera con Chile (para cruzar a la isla, primero hay que entrar en el país vecino, locuras de la historia, vió) volvimos a Rio Gallegos para buscar un micro y no había pasaje por varios días, el día anterior hasta nos atrevimos a romper el protocolo y averiguamos en avión pero teníamos que volver a Buenos Aires y luego volar a Ushuaia, retroceder 2500 Km. para avanzar 500 Km.…mmm!!!
Al final y vencidos por el cansancio, nos tomamos un micro a El Calafate, “quedará para otro viaje” fue el slogan del consuelo, además la idea nos es cruzar por La Quiaca, sino por Paso de Jama hacia el desierto de Atacama, asi que León quedarás para otro momento.
En Calafate, gracias a un dato que nos dio Ángel, amigo guarda fauna de Cabo Vírgenes fuimos a parar a la Cueva un refugio con años de historia dentro, lejos del camping ortodoxo y del hostel turístico. Un oasis, dentro de ese pueblo global, donde nos sentimos cómodos.
Estuvimos dos días dando vueltas por el pueblo. Lugar donde la globalización venció a la diversidad cultural, donde los antiguos pobladores de la zona sólo aparecen en los nombres de restoranes o hostels. Un pueblo que puede ser argentino, canadiense o suizo, todo está mediado por el dinero y preparado para que el turista no se sienta desprotegido. En fin, un pueblo global, la idea acabada de este sistema uuufff… suerte que apareció Ángel y nos llevó a conocer el Glaciar Perito Moreno. Prefiero evitar todo tipo de descripción del Glaciar porque semejante belleza supera mi rudimentaria escritura. El Glaciar se impone por su presencia, toda representación me parecería vana.
Volvimos a la tardecita, después de habernos comido una picada con vino frente al glaciar para envidia de varios y nos tiramos a dormir una siesta. Como hacia rato veníamos con poca fiesta con Ceci, cuando nos despertamos a la noche arrancamos para un predio donde se festejaba el 132° aniversario del Lago, y tocaba la Bersuit. Bailamos y saltamos por turno, mientras uno cuidaba el bolso el otro se metía en el pogo. Cuando terminó el recital, nos llamaron nuestros Ángeles guardianes, Sil y Maru, que estaban en Calafate atrás del escenario y hacia allá fuimos. Sil es hermana de Dani, uno de los que canta en Bersuit, asi que nos hicieron pasar a la recepción, charlamos y comimos un rato, felices del reencuentro, partimos con la banda hacia un lujoso hotel de varias estrellas.

Al otro día, bajo un lluvia importante partimos con Sil y Maru hacia el Chaltén, gracias a otro dato de nuestro querido amigo Ángel, fuimos a parar a la comunidad de Jesús, un terreno de un ex porteador que deja tirar la carpa a quien quiera vivir ahí y donde abre su casita que recién esta armando a todo aquel que quiera vivir en comunidad con los demás. Ahí conocimos a Franco, Gastón, Marino y demás personajes, y obviamente a Jesús el dueño de casa y nos volvimos a despedir de nuestras amigas que siguieron camino a Trevelin.
Luego de dos días en la casa de Jesús soportando un diluvio grande pudimos salir a recorrer los hermosos senderos del Chalten, caminatas de horas, entre bosques frondosos, lagos escondidos entre montañas, glaciares colgados casi del cielo. A pesar del cansancio no paramos de caminar, arrastrados por el asombro...


