
Estamos a 120 Km. de la ciudad más próxima, Rio Gallegos y cada “bajada” a la ciudad para la gente del campo y principalmente para nosotros puede ser todo un acontecimiento. El tiempo en el campo se transita a otro ritmo y el buceo hacia dentro se vuelve tal vez mas profundo porque no se puede dejar en casi ningún momento de estar con uno mismo.
El 23 de diciembre, en vísperas de la navidad, decidimos con Sil, Maru y Ceci, irnos a Punta Arenas, Chile, donde existe una zona franca, en la cual se venden miles y miles de cosas a precios muchos más baratos. A las siete de la mañana Ceci y yo ya estábamos sentados en el asiento de atrás de la camioneta esperando como dos nenes la aventura de de bajar a una ciudad y con la incertidumbre de qué realmente necesitábamos co
El camino va bordeando el estrecho de Magallanes, hay pequeñas montañas, valles, muchas curvas, cascos de antiguas estancias y la costa del estrecho aparece con bahías y casas de pescadores a los costados. Llegamos a Punta Arenas luego de 2 horas de viajar por un camino hermoso, nos fuimos directamente a la zona franca, una calle con shoppings a los costados, estacionamos el auto y con calculadora en mano, empezamos la recorrida.
Mientras yo me deleitaba con las cámaras de filmar, imaginándome como sería documentar el viaje; las chicas, negocio al que entraban, negocio que salían con alguna bolsa. Así todo el día, como nenes eligiendo su regalo de navidad, íbamos de negocio en negocio, nosotros buscando lo que creíamos que nos faltara en la mochila y ellas lo que necesitaran para su viaje y para su camioneta. Yo parecía la mujer del grupo no me decidía por nada y cada elección costaba largo tiempo, mientras ellas para esperarme se iban probando cosas que luego terminaban llevándose, el mediodía paso de largo y decidimos no comer porque “¡como vamos a comer en navidad, aguantemos!” dijo Ceci. A la tarde nos fuimos a las afueras de la ciudad en busca de un contacto que les habían dado a Sil y a Maru para que les coloque el stereo que habían comprado en el shopping. Miguel, estuvo una hora y pico desarmando la toyota para colocar el artefacto, entre charla y charla nosotros nos turnábamos en la parte de atrás porque afuera hacia mucho frío, hasta que decidí quedarme a la intemperie para probar la impermeabilidad de mi nueva campera.
Luego de colocar el stereo, nos hicimos una recorrida por la ciudad, un lugar verdaderamente hermoso, con muchas casas antiguas de paredes de chapa pintadas de colores, con jardines con flores y una vista al mar magnifica. Desistimos de la idea de no comer y nos fuimos directo a un bar, pedimos el sándwich mas grande que había para compartir y casi no lo terminamos, mientras charlábamos con el chico de la barra, un mozo, con la boca grande como su panza indirectamente se reía de mi peinado. Emprendimos la vuelta porque al otro día teníamos que cocinar para la nochebuena, pero antes pasamos por una disqueria para comprar un cd y probar el nuevo stereo.
Y así salimos hacia Argentina, al ritmo de los Auténticos Decadentes, la camioneta se transformo en una fiesta, pasaron varias curvas, varias horas y el animo empezó a decaer, y la noche a aparecer. “Y esa casa?” dije yo “es la que te mostré a la ida” dijo Ceci, “uh, esa montaña no la vi cuando veníamos” dije e intente filosofar sobre como el camino de regreso se ve distinto al de ida. A las 11:30, hora que tendríamos que estar en la estancia, nos dimos cuenta que estábamos perdidos. En un paraje de frontera cerrado, golpee en una puerta y apareció un carabinero, antes de que diga algo, “si, estás perdido” me dijo, “te pasaste 180 Km. pero no te conviene volver, anda hasta Dorotea y ahí cruza la frontera, volvé por Rio Turbio”. A las 1:30 de la noche estábamos en la frontera Argentina haciendo los papeles, el gordo de la aduana nos miró con desconfianza, a esa hora y viniendo de Punta Arena era de sospechar, así que empezó a revisarnos el auto, nosotros habíamos planeado lo que declararíamos y lo que no, porque estábamos pasados del limite de compra pero con el cansancio y la desorientación, nos confundimos todos, el gordo me pidió la cámara que le habíamos comprado a Norberto el cocinero, y yo saqué lo que no habíamos declarado, le di la maquina de pelo “ah, no perdón eso no es…” después la marmita ”no, esto tampoco”, ya me miraba con cara de malo y creo que empezaba a pensar que se quedaría para Navidad “de regalo”.
Llegamos a la estancia a las 11:30 de la mañana después de más de 24 horas de gira. Nos pusimos a cocinar junto con todos los que estaban, a la tarde una pequeña siesta y a la noche estábamos brindando y comiendo en una larga mesa en el salón de la hostería con todos los que vivimos acá, más los guardafaunas.
Los Decadentes volvieron a sonar y se armo la fiesta, bailamos y tomamos en el living, el piso de mas de 100 años de antigüedad, hecho con maderas de barcos encallados en el estrecho, hacia que todo se moviera mas de la cuenta, corrimos alrededor de una mesa de billar, pinto el trencito, túnel y hasta el baile de la botella.
Ya tarde, el alcohol y la distancia, trajo la nostalgia por las fiestas pasadas donde brindábamos con la abuela, los viejos, los hermanos, sobrinos, primos, tíos, y después nos juntábamos con los amigos… en fin, la distancia hace que ciertas cosas que parecen una rutina tomen otro color, como dijo el colorado Macallister, un rústico numero 3 de Boca, “todo cambia, los viejos siempre dicen: antes era mejor, esto o aquello, pero todo se va transformando, es normal y hay que adaptarse…” es cierto todo se transforma, pero que lindo que era cuando creía en Papa Noel, me estaré poniendo viejo, colo?!!!… Felices Fiestas a todos!!!