martes, 17 de marzo de 2009

Esos dolores dulces...


Nos reencontramos con Maru y Sil en su hermosa casita de Trevelin y tambien con Marisol y Lucia que venían de hacer temporada en el Bolsón, y con las que seguiremos el camino hacia México… de a poco se va armando la caravana…
En Rio Arrayanes, en el parque nacional Los Alerces, lugar de bosque y rio verde transparente, acampamos e hicimos un terrible asadito, después vinieron las lagrimas, los abrazos y nos despedimos definitivamente (por un tiempo largo, obvio) de Maru y Sil.
Luego de días de camping en la naturaleza, con nuestras nuevas compañeras nos encaminamos hacia Bolsón, pasando unos días en Lago Puelo.
En Bolsón nos recibió Malu y Roberto, madre marchand e hijo escultor y pintor, con quien compartimos una cena con una charla deliciosa, “sobre la vida misma” donde Malu señora de 81 años, fresca, liviana, inocente y profunda, con unas ganas de vivir increíbles, nos leyó escritos de su autoría que rozaban la sencillez de un niño y la sabiduría de un anciano
Al otro día nos fuimos con Roberto a su casa del bosque, lejos de todo tipo de civilización; por la noche armamos una picada y junto con las chicas, escuchamos casi extasiados bajo la luz de la vela a Roberto un hombre de barba canosa, ojos atentos, postura firme y un paladar exquisito, introducirnos en el magnifico mundo del vino, descubriendo olores y sabores increíbles en un vino bastante barato… Al otro día nos fuimos, sin antes darnos unos buenos abrazos y prometerle que volveríamos después del viaje a aprender más del vino, a hacer jamón crudo, bondiola, chorizo colorado y todo lo que sabe Roberto sobre ese animalito tan rico que es el chancho.
Pasamos una noche más en el Bolsón en le camping Ave Fénix donde las chicas querían despedirse de su madre postiza “la Negra” con la que tanto se habían encariñado en la temporada.
Salimos a Bariloche a dedo, Florentino nos levanto a las 2 horas de estar en la ruta, luego de hacer nuestra acción de bien del día, ayudar a Florentino a bajar un tanque de 2500 litros en una escuela humilde, sonó el teléfono y se dio un nuevo encuentro, Fede nos esperaba en una estación de servicio de Bariloche, y así se producía un nuevo encuentro y uno mas se sumaba al viaje que se va tornando en caravana, ja!
Florentino agradecido nos dejo en la puerta de la casa de Juma, donde nos esperaba otro nuevo asadito. A la tarde nos fuimos al centro cívico donde nos reencontramos con Mari y Lu, y la compañía estaba completa. Conseguimos más barato que el camping, un monoambiente a 50 mts del Lago Nahuel-Huapi, y así pasamos 3 días en Barilo, como adolescentes que alquilan depto en la costa atlántica en el verano, a pasos de la playa, heladera con cerveza, TV con cable y hasta tostadora eléctrica (vi Futboooolll, a pesar de las mujeres!!! Tenia aliado, ja!). Una Locura!!!
“Que veinte años no es nada…” ¿y 29, Carlitos? Aiiiii, Mi cumpleaños me encontró en La Angostura, en la casa de Paola, una antigua amiga, amiga de un amigo…. Fogón, guitarra, tambor y luna llena así pasé la noche de mi cumple con mi compañera y 3 amigos de la vida, Fede, Mari y Lu… con ceremonia de tabaco incluida, la noche se volvió profunda e introspectiva para todos, un antes y un después en la banda, en mi caso hasta hubo algo de melancolía…
Paola nos cedió amablemente su casa y nos quedamos un día más haciendo artesanías. Surgió en la “banda” la necesidad de salir de la patagonía y acelerar un poco el paso, así que los 7 lagos pasaron como un suspiro. Por suerte, caímos en la cuenta que no era necesario ir de terminal en terminal, había que apostar siempre al dedo y como dijo Macedonia “no importa el destino sino el camino” o algo así… y paramos la moto. Dormimos en la terminal de Zapala y arrancamos temprano el dedo. Un baqueano del lugar, nos propuso llevarnos hasta Las Lajas, aunque si queríamos el iba hasta Loncopué… “y bueno vamos hasta Loncopué”
El pueblo nos recibió con la manos abiertas, fuimos invitados a comer a lo de Marita, mochilera que levantó el hombre que nos llevaba después que nosotros, y por la cual nos enteramos que ahí también la minería hacia estragos. Le entregamos la película “Cielo Abierto” de Carlos Ruiz, que viaja con nosotros como especie de antídoto ante semejante plaga y prometimos quedar en contacto.
Nos fuimos al camping municipal en el cual se estaban armando los preparativos para el Festival de la Tradición, un evento de que se hace una vez al año en el pueblo, así que donde pudimos hicimos la carpa y ahí quedamos. Ariel, encargado de la organización total nos presento al Intendente, quien no tenía cara de querer hacer nuevos amigos y nos regaló entradas para una Peña Folclórica. Al otro día empezado el festival, decidimos ir a pasar el día a Copahue, lugar de termas. Luego del dedo caímos en Caviahue a 15 km de las termas lugar de ski en invierno. ¿Cómo explicar la sensación de tristeza infinita? A la entrada del lugar un cartel de vialidad dice “Comunidad Mapuche”, un sector alambrado con 5 o 6 trailers donde parece que viven los antiguos pobladores… Caviahue, lugar bellísimo, con araucarias y un gran lago donde la construcción crece aceleradamente con hoteles y casas desordenadamente, donde gente del lugar llama “plaga” a los “indios”… que puedo decir…”avergonzado de ser parte de una especie…” creo que dice una canción de la Bersuit.
En Copahue, me sentí como en la película Cocum, una especie de hospital donde gente mayor de edad, promedio 75, se va a recuperar de enfermedades con aguas termales, curativas… nos miraron raro, creo que nadie entendía bien que hacíamos ahí y nosotros creo que tampoco…aunque la verdad que nos divertimos mucho.
De vuelta en Loncopué, nos dedicamos a vender artesanías y a comer. Mientras vendíamos metidos entre el gauchaje (nunca vi tanta gente con facon, botas, bombachas y ponchos junta!!!) sufríamos con las caídas de los jinetes que intentaban domar caballos salvajes. A la noche cuando todo terminó, cuando solo quedaban gauchos borrachos, y después de fracasar en el dedo, Ariel y compañía, nos regalaron cervezas, cordero, carne de vaca, piñones, etc., me dio las llaves de los baños y hasta me presentó a la policía “por si teníamos algún inconveniente…” nunca nos cobro ni el camping, ni el puesto de artesanías, ni la comida, ni la onda. No nos alcanzaron las palabras para agradecerle el trato, tan olvidado en lugares turísticos, donde el viajero es repudiado y el turista es dios.
A la mañana siguiente, los chicos experimentaron el encierro durante 60 km, un hombre con un camión refrigerante se ofreció a llevarnos a Las Lajas y aceptamos. Mientras yo viajaba en la cabina, tranquilo, charlando con el chofer, los chicos viajaban completamente a oscuras en la caja-heladera, algunos al borde del pánico, después supe.
Cristian, otro camionero, flaco, colorado de 27 años, se ofreció a llevarnos a Chos Malal, pueblo del norte neuquino, y así partimos los 5, en la cabina de un 1114 doble acoplado, a 50 km/h por la ruta 40, un paisaje desolado, de montañas y pastos bajos, donde cruzamos a 3 autos en 4 horas y donde obviamente quedamos todos dormidos. En Chos Malal, hicimos un nuevo asado invitamos a Cristian que tan bien se porto con nosotros, y nos despedimos de Lucía que se iba a Mendoza en busca de un amor peruano.
La enseñanza de este trayecto, de los reencuentros y las despedidas, nos las regalo el parabrisas del camión de Cristian, en el que se leía “Agua que no haz de beber, hazla hielo pal ferne…”