lunes, 24 de noviembre de 2008

Para saber lo que es la soledad...


Después de los primeros 15 días de cocinar y cocinar en la estancia para la confitería, nos mudamos al fin del continente a lo que para nosotros paso a ser nuestra “casita” y una nueva etapa del viaje en los siguientes 3 meses.
La confitería se llama "al fin y al cabo" y es pura ventana. Nos levantamos y nos acostamos mirando el estrecho de Magallanes, con una vista privilegiada de Cabo Vírgenes, que de virgen parece ya no tener tanto. Si bien la línea del horizonte acá siempre esta a la altura de tus ojos, y el cielo parece ser el dueño del lugar, a lo lejos se vislumbra el mundo de hoy, plataformas petroleras en el mar como naves espaciales ancladas en el agua. Empezamos a conocer a los vecinos de este lugar. Pegados a nosotros en un pequeño vallecito, bajo el faro, los marineros que se encargan de prender todas las noches el guía de altamar. A seis kilómetros sobre la costa, la casa de los guardafaunas que cuidan de la reserva de pingüinos y a nuestra derecha unos cuantos kilómetros más una fabrica de petróleo.
Desde que abrimos la confitería todos se encargaron de hacerse conocer, los guardafaunas se hicieron bastante habitúes de las cosas dulces que cocinamos, tortas, masitas, alfajores etc., los petroleros solo vienen en busca de alcohol y con los marineros ya hemos compartido más que mates, tortas y otras hierbas… como buenos vecinos, nos invitaron un día a comer, Fabián y Daniel cocinaron y nosotros llevamos de postre un flan. Nos hicimos tan intimos vecinos que Fabian, un gran artesano, nos regalo una cuchara de madera tallada por él. Si bien en un primer momento (debo reconocer mis prejuicios) me incómodo saber que habian sido educados en un lugar tan nefasto como la Esma, ahora sólo los veo como buenos amigos.

Los turistas van llegando de a poco, y de a poco nosotros nos vamos acostumbrando al mismo cuestionario. Después de comentar lo desastrosa que está la ruta, viene la pregunta “y ustedes viven acá?” a lo que respondemos con cara de ingenuos “si, por?”. Mirada va, mirada viene, y se viene la segunda “y tienen televisión?” “mmm, no” “Internet?” “tampoco y tampoco tenemos teléfono” y ya con cara de no me gustaría estar en tu lugar “y que hacen todo el día?” y ahí es cuando nos quedamos ya sin respuestas, como escribió Ceci en su diario “los días pasan de infinitos a cortos” y es así. Hay días que son eternos, podemos estar tratando de batir records en el solitario del windows, mirando con los binoculares la diversidad de pájaros que rondan por acá, tejiendo alguna pulsera o atendiendo turistas todo el día y ahí los días se vuelven muy cortos y cuando te acordas estas viendo nuevamente un hermoso atardecer (tengo colección de atardeceres en la camara…) y ya te tenes que ir a dormir porque son las 11 de la noche. Con los marinos, nos enteramos de tarde en tarde de lo que sucede en el mundo de lejos, ellos tienen directv y nos cuentan de lo que sucedió en tal lado porque justo daba con la charla, en mi caso cada tanto pregunto de deportes (aunque por lo que me entere sobre mi equipo, mejor no saber nada), o cosas como quien es “el nuevo presidente del mundo” solo para saber nomás, no creo que pueda hacer demasiado igual sabiendo eso. Acá no hay ni muertos del día ni secuestrados ni asaltados, las noticias del lugar son mas bien, “mañana viene una tormenta” o “los petroleros están de huelga” o “mañana la bajada del mar es a tal hora y se puede entrar caminando como 300 mts” si bien no son muy relevantes para la comunidad en general, si lo son para esta pequeña “comarca” de amplio territorio.
Desde que llegue acá, sentía que me faltaba algo, que estaba de alguna manera “lejos” del cine… no se bien en que sentido pero bueno…, le aposté en un partido de ping pong a Norberto el cocinero de la gamela, la televisión de su pieza, pero prefirió dármela de buena gana (tal vez sabiendo que perdía jajaj) alegando que prácticamente no la usaba, así que ahora nos la pasamos mirando películas de noche.
El último domingo a la tarde llegaron a la confitería dos franceses y una uruguaya después de un rato de charla nos contaron que estaban filmando un documental sobre la patagonia, se quedaron largo rato charlando, le contamos del viaje que estamos haciendo y Eric el director y Axel el camarógrafo se entusiasmaron mucho con nuestra aventura. Nos pidieron alojamiento y le conseguimos una pieza en la gamela, como todos los domingos a la nochecita nos volvimos a la estancia y ellos se ofrecieron a llevarnos.
Al otro día Eric nos vino a hablar, quería entrevistarnos sobre el viaje y que hacíamos en la patagonia y aceptamos. A la tarde estábamos Ceci y yo tirados en el pasto de la entrada de la hostería hablando frente a la cámara “de la vida misma” del viaje y de la patagonia. La entrevista duro mas de 20 minutos, a la noche Axel vino a la cocina a tomar unos tragos con nosotros y nos contó que íbamos a aparecer en tres de los cuatro capítulos del documental que sale para el canal 5 de Francia en marzo, al otro día se fueron, nos saludamos como amigos y los despedimos como si los conociéramos de toda la vida, agradecidos de haber conocido gente de lejos tan parecida tan cerca a nosotros, se fueron a seguir su peli por tierra del fuego.
Me cuesta expresar en estos momentos lo que siento, creo que a veces la realidad se presenta mas compleja que los simples deseos o los deseos no son claros en sus origenes, o la vida es como un sueño y la infinita lógica de los hechos es inabarcable para nuestro finito entendimiento?.. faaaaa!!!
... de repente me encontré delante de la cámara queriendo tal vez estar detrás de ella, me encuentro viviendo frente al mar en un paraíso pero trabajando tal vez mas que en la ciudad…me prendo un cigarro, miro la noche y me río para adentro pensando, al fin y al cabo todo “es parte del camino…”.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Un cordero de mi Estilo


Los dias en lo de Pablo pasaron rápido, como las buenas cosas. Visitamos la Lobería, lo vimos en acción a Pablo actuando en la Legislatura de Viedma y nos encargamos de recorrer buena parte de las dos ciudades que si no fuera por el río que las divide serían una. Nos despedimos, como de los buenos amigos, con abrazo y promesa de volvernos a encontrar.

En San Antonio Oeste, nos levantó un camionero. Raúl, correntino, alegre y muy charlatán. Nos dejó en Sierra Grande y a los 10 minutos nos volvió a levantar porque el encargado se había quedado en Comodoro y “no lo iba a controlar”.

Nos dejo en la entrada de Puerto Madryn, con la promesa de que si nos veía de nuevo, nos llevaba seguro. No habíamos apoyado las mochilas en el suelo, que ya Tato y Ana, una pareja oriunda del lugar, él jubilado (seguramente hace poco) y ella trabajadora de un banco, se ofrecieron a entrarnos a Madryn, recorrimos la ciudad con guías de lujo, explicándonos que ya Madryn “no era lo de antes” y nos dejaron en el camping.

Al otro día de estar acampados, por la noche, en la parrilla de enfrente, conocimos a Pablo y Romi, dos hermanos de La Plata. El, hacia dos años que trabajaba en Comodoro y ella había ido a visitar a su hermano que hacia mucho no veía y se habían escapado unos días a la Mar del Plata de la Patagonía. El resto de los días los pasamos con ellos recorriendo la península de Valdez. Visitando Loberías y acantilados y tomando mucho mate. Por supuesto que se ofrecieron a llevarnos hasta Comodoro y nosotros por supuesto aceptamos. Como pudimos metimos todo nuestro equipaje en el Corsa y partimos a Comodoro. En la terminal nos despedimos de los chicos con la promesa de volvernos a ver.

Algo me llamó la atención de estos tres encuentros, si bien gente de distinto sector social y educación, y hasta de edades bien distintas, en las charlas que surgieron y sin nosotros proponer el tema, se habló prácticamente de lo mismo, “el mundo anda mal”, “el hombre está mal”, Que pobreza, que violencia, que hambre, que contaminación, etc, etc etc… Obviamente que cada uno práctico respuestas y soluciones al mundo de hoy, algunas conservadoras, otras desde la “reacción” (de la impotencia, quiero creer) y otras mas progres, por decirlo de alguna manera. Yo ya casi me abstengo de creer en tener las cosas de este mundo demasiado claras como para solucionarlas o tener una respuesta a este embrollo que es el mundo moderno, por lo pronto intento seguir adelante con el viaje de la mejor manera posible, he intento no perder el asombro que me genera encontrarme personajes en todo el camino y escuchar que piensan como si viviera dentro de una película, solo espero que tenga un final feliz, ja!.

Otra cosa me llamó la atención desde que entre en la Patagonia, todo el mundo nombra a “Los Petroleros”, tribu patagónica con nombre de novela de ciencia ficción barata. Al parecer, la costa de todo esta región y mas que nada el sur vive del petróleo, de ahí tanta gente trabajando en esta actividad, el imaginario colectivo los tiene como hombres que ganan mucho dinero, en su mayoría separados (¿será porque trabajan muchos días seguidos?) y gastan su dinero en el juego y las mujeres, yo conocí apenas a algunos, entre ellos Pablo de Comodoro que para nada daba con el perfil. Pero bueno el imaginario colectivo es atractivo para la inspiración de alguna novela, ja!

Pasamos la noche en un hotel de Río Gallegos, del año treinta que me hizo acordar a mi abuela, y al otro día nos fuimos con Silvina, la chica que nos había contratado y Pachi el chofer de la estancia, llegamos casi al mediodía.

Por la tarde, ya nos estábamos probando el uniforme, bombachas de campo y remera de “al fin y al cabo” nombre de la confitería donde trabajaremos y viviremos los dos solos.

A la noche me designaron una pieza en el Taca, antigua construcción de madera de dos pisos. En mi pieza duermen, Norberto, chaqueño, cocinero de la Gamela, hospedaje de la tribu de los petroleros y Walter, entrerriano, chofer de una camioneta además de ser una especie de “che, pibe”. Al lado, de mi pieza duerme, Don Pérez, cazador de zorro colorado que todos los días se levanta a las 6 de la mañana y sale con su caballo en busca de alguna pieza y en el piso de arriba duermen los peones de campo que se levanta a las 7 de la mañana con alguna cumbia al taco para empezar el día, y salen a arriar con sus cuatriciclos algunas de las 13.000 ovejas que posee la estancia.

A Ceci, le toco dormir en una pieza de la hostería, con Lina, chaqueña, cocinera y hermana de Norberto y con Norma, boliviana, encargada de la lavandería.

Completan esta familia, además de los varios dueños y herederos de la Estancia Monte Dinero, Silvina y Maru, oriundas de mis pagos, que son las encargadas, administradoras, a veces cocineras, a veces psicologas y hasta a veces mamás de muchos de este lugar que se nos empieza a dar a conocer en estas latitudes. Todo parece un reallity show de una estancia, con amores, odios, personajes e historias, que se nos van dando a conocer a medida que nos internamos en este mundo que no parece estar tan mal en esta parte del sur.